Perdonad los asiduos de este pedazo de bloggg (jua, jua) por
haberme retrasado en subir las andanzas del puente del Pilar… Aunque las
predicciones no garantizaban caminatas los tres días, al final aprovechamos los
días como pocas veces, disfrutando de tres bonitas marchas, del acogedor
albergue de Soto de Agues, que ya conocíamos, y como colofón de las pizzas,
queso y chorizo a la brasa de la Parrilla de Cueva Deboyu. Todo ello preparado
y supervisado por el amigo Carlos, que siempre nos sorprende con paisajes de
primera cuando coincidimos con él en su tierra de acogida.
El primer día, tras “descargar” en el albergue, salimos
desde Soto, sito a poco más de 400 m. de altura, por la pista de la ruta del
Alba, para desviarnos pronto camino del Cogoyu, pico de algo más de 1200 m. con
vistas espectaculares. Gran día también para disfrutar fotografiando setas, con
el sol en todo lo alto después de varias jornadas lluviosas por estos lares.
Antes de subir al pico paramos a comer ya en el collado y
David nos advirtió de la presencia de un águila real que algunos vimos a placer
con los prismáticos.
El siguiente objetivo era otro pico de esta sierra, llamada
Escrita o del Crespón, concretamente el Guanalón, con una altura similar al
Cogoyu. Carlos decidió no continuar por la cresta, el acceso más rápido, dada
la nutrida representación infantil de la expedición, y volvimos sobre nuestros
pasos hasta un punto en que un dudoso sendero nos permitió introducirnos en un
bosque de hayas “a la aventura” pero con GPS… Desde luego, si nos ve un helicóptero
en los helechares antes de volver a salir a la cuerda, seguro que se acerca a
ver que pasa…
A pesar de algún momento de incertidumbre, el atravesar el
bosque por la umbría, con musgos, líquenes y hongos por todos los lados fue una
gozada.
Llegamos por la cuerda cerca del Guanalón, descartando la
ascensión por la hora, y bajamos al pueblo por un sendero que nos ofreció bunas
vistas sobre las cercanas foces que atraviesa el Alba y sus afluentes y sobre
gran parte de los concejos de Sobrescobio y Caso.
El domingo era el día con peores predicciones por lo que,
armados de paraguas y chubasqueros, comenzamos la marcha a unos 700 m de altura
en el pueblo de Pendones tomando el camino por el que se sube al Tiatordos, auténtico
gurú de las montañas asturianas. El programa del día era muy ambicioso, con
este pico y el Maciédome, ambos de más de 1900 m., como opciones para los más
osados, dentro de una travesía circular atravesando foces y bosques maduros de
hayas por el llamado cordal de Ponga.
El tiempo se complicó antes de llegar a la collada de los
Acebos, y la incertidumbre hizo darse la vuelta a los Antonio’s, con la
integrante más menuda de la expedición entre sus miembros.
En una majada camino del puerto vimos una fuente donde había un par de renacuajos ¿albinos?
El azar, sin embargo, quiso que dejara de llover “mucho” al
llegar a ese punto, donde una familia equina vino a vernos. Descartamos la
ascensión de los 400 o 500 m. que nos separaban del Tiatordos, en ese momento
entre nieblas, y seguimos hacia una majada, tomando un precioso sendero que
pronto se internaría en el bosque. Antes nos deleitamos con el paso de varios
buitres bajo nuestras cabezas en un collado y, ya en el bosque, con el canto de
un pito negro y una gran cantidad de hongos.
Comimos y nos abrigamos, pues bajó bastante la temperatura,
en el centro del bosque, antes de salir de él ya en la ladera sur del cordal; una corta
ascensión nos llevaría al collado de Pandellanza. Buenas vistas sobre la zona
de Tarna y sobre Picos de Europa, aunque las nubes no nos dejaran ver sus
cumbres más altas. Descartamos también el Maciédome y bajamos hacia el Cascayal
del Llagu, con una cabaña restaurada con unos caballos grabados en su puerta, decoración que algunos ya habían
visto en otros “mayaes”.
Tras descansar y disfrutar de alguna tímida aparición del
Sol, bajamos por la foz del Congostín ya con la sidra del bar del pueblo como
objetivo final. La foz nos recibió, como ya hizo la que atravesamos esta mañana
camino del Tiatordos, con una buena dosis de barros y charcos que superar. Por aquí nos encontramos
con Antonio, que nos contó que se habían cruzado al darse la vuelta por la
mañana con un grupo de excursionistas un poco raro camino del Tiatordos. Un par
de días después Carlos nos mandaría un extracto periodístico que hablaba de su
rescate por el SEPA tras haberse separado en dos grupos, uno de los cuales pasaría
casi toda la noche al raso.
Ya en Pendones volvía a llover, resguardándonos en el mejor
sitio posible, el bar, y de la mejor manera, con unas sidras y un buen queso…
El último día nos tenía preparada Carlos una “marchita suave”
para hacer hambre. Nos fuimos hasta la llamada Cueva Deboyu, monumento natural
situado a unos 500 m. de altura; se trata de una cavidad kárstica excavada por
el río Nalón a modo de túnel subterráneo natural.
Una subida constante junto al reguero de la Viciella nos
llevaría a los que no quedamos en un “mayau” a mitad de camino hasta un collado
a unos 1100 m., de nuevo con vistas impresionantes, en este caso hacia las
laderas boscosas próximas a la Felguerina y Caleao.
Bonito camino con restos de empedrado en algunos tramos y
con sorpresas como el encuentro con una rana bermeja, supongo que de distinta
subespecie que la que vimos en Pirineos este verano, a la vista de las
diferencias al comparar esta foto con la que subí en la otra entrada.
Ya muy cerca de cueva Deboyu pudimos ver un par de rebecos
con los prismáticos y también apareció una pareja de águilas reales, una de las
cuales tenía el mismo dibujo que la que vimos el primer día.
Despedida en la Parrilla argentina de Cueva Deboyu con una
comida rica, rica.