Las generosas lluvias navideñas "sobre mojado" invitaban a repetir esta marcha arribeña en la que el agua es protagonista destacado. La hice por primera vez en diciembre de 2020 y me dejó impactado también por la belleza de su recorrido. Ya entonces me explayé aportando muchas fotos y detalles a la entrada que subí al bloggg, como podéis comprobar pulsando aquí.
A pesar de todo no nos decidimos hasta el día antes por lo incierto de las predicciones meteorológicas. Sabia decisión la que tuvimos los mismos andarines que disfrutamos de Batuecas tres meses antes. Se nos uniría a última hora un cuarto "expedicionario" y, optimizando vehículo de desplazamiento, nos acercamos hasta Masueco para disfrutar de una jornada inolvidable.
Como en el enlace de la primera edición de más arriba podéis encontrar información más prolija sobre el recorrido quienes queráis repetirlo, y mi amigo y "compañero de expedición" Antonio cuenta sus sensaciones del día vivido magistralmente en su blog, repito la experiencia que ya hice en la entrada de Batuecas, uniendo sus palabras a mis fotos. De nuevo aprovecho para invitaros a tod@s, una vez más, a daros una vuelta por dicho blog, rico, rico en relatos.
Así nos cuenta Antonio Castaño sus impresiones, bajo el título: LAS ARRIBES, UN PARAÍSO NATURAL CON MUCHA ENERGÍA:
Salimos hacia el este para coger el camino que nos llevaría hacia el río. Corría el agua por la calle escurriendo el último chaparrón, de los árboles y arbustos colgaban gotas de agua cristalina que nos regaban a nuestro paso. Una bandada de zorzales se sorprendió ante tanta gente junta a primera hora de la mañana. Aún no había desaparecido del todo el otoño de esas tierras donde el frío no es tan extremado, colores amarillentos entre la vegetación descontrolada de cortinas abandonadas. Las últimas lluvias han tumbado más de una pared, abriendo portillos que se irán agrandando con el paso del tiempo.
Las fuertes lluvias han hehco estragos en alguno los muros de las terrazas entre las que va nuestro sendero. |
La cascada del Pozo de los Humos, siempre sorprende, aunque la hayas visto varias veces. Es un espectáculo grandioso de la naturaleza, un enorme caudal de agua que se precipita violentamente al vacío, provocando una espuma y un ruido que te envuelve durante el tiempo que estés en el escenario. Han conseguido con las pasarelas que los visitantes disfruten al máximo del espectáculo, sobrevolando por encima de la cascada, con seguridad. Una foto de Darío recuerda los peligros de la naturaleza. ¡Cuánta energía desperdiciada en estos tiempos que es tan necesaria! Más arriba los cables cruzan el río, se llevan la energía aquí producida y no empleada en esta comarca que se está quedando sin gente.
Toda una obra de arte la falsa bóveda con que se cubren estos pequeños refugios. |
Reiniciamos la marcha ya con una buena carga energética que desprende el paisaje se mire donde se mire. Siguiendo la estela de Manolo como cuando las ovejas inician un camino desconocido y siguen a las más atrevidas, subimos, bajamos, llaneamos, la verdad que poco, hasta dar con un sendero de los de antes que nos llevaría a contemplar la impresionante desembocadura del Uces y tener ante nosotros al Duero por primera vez. Caminando por estos caminos entre cercados de piedra envueltos en musgo, no puedes menos de pensar en el tiempo que le tocó vivir a la gente de estos pueblos, cuántas penurias para llegar hasta allí para labrar o recolectar unos kilos de aceitunas o unos haces de trigo. Por el cielo pasa un avión que se dirige al norte, donde muchos campesinos emigraron dejando estas tierras en manos de la intemperie.
Al fondo la desembocadura del Uces (donde se ven las paredes marrones, que ya están en la orilla derecha del Duero) |
Vilarinho dos Galegos |
Entre bancales de olivos y alguna que otra encina, alcanzamos una pequeña explanada, donde unos caminantes reponían fuerzas, intercambiamos impresiones.
Pronto iniciamos una bajada importante hacia el Duero, desde arriba parecía un mundo llegar hasta allí, pero una vez que te pones, hay que ver lo que se avanza paso a paso. El camino lo cruzaban pequeños arroyos, que formaban cascadas, a veces encharcado, las piedras se convertían en resbalinas peligrosas, por lo que había que bajar con precaución. A orillas del río tomamos un tentempié para afrontar una nueva subida de una ruta que es un auténtico tobogán.
Al llegar a la carretera el equipo se dividió en dos, unos por la carretera y otros bajando por un sendero de gran dificultad pero de una belleza difícil de describir, un paraíso natural con una vegetación exuberante.
De forma mucho más cómoda que nosotros bajaron nuestros compañeros. |
Nos reagrupamos en la playa del Rostro, en un espléndido restaurante, con unas vistas de vértigo, donde comimos a la carta.
No había mucho tiempo para la sobremesa, por lo que pronto echamos la mochila al hombro para hincarle el diente al último tramo, que también nos deslumbró. Por un sendero que va bordeando el río entre una vegetación desbocada de un verde intenso, entre riachuelos que llegan a su fin, pisando un manto de hojas, llegamos hasta una edificación de piedra, un antiguo control de carabineros para vigilar el contrabando. Sería muy duro pasar tantas penurias hasta llegar allí y que te pillasen con el café o el tabaco.
Los restos del antiguo puesto de vigilancia marcan el punto desde donde comienza de nuevo el ascenso. |
Estamos en un espacio sobrecogedor, donde se imponen el silencio y la soledad con un decorado de farallones pintados de colores por los churretes de los minerales, cantiles verticales donde anidan los buitres, cascadas que bajan por la orilla portuguesa. No me extraña que Julio, nos deleitase cantando el poema de Gerardo Diego. Llegar hasta allí no es fácil, tiene su miga.
¿Veis el nido? |
También en la orilla portuguesa se ven saltos imponentes. |
Iniciamos la dura subida por un camino zigzagueante en el que fuimos dejando las últimas reservas energéticas. Como siempre alcanzar la cima tiene su recompensa. Un enorme mirador desde donde pudimos repasar gran parte de la ruta por este paraíso natural que el Duero ha ido construyendo a su paso.
Esta vez el último tramo antes de llegar a la meseta lo hacemos sin pasar por el mirador de Viña Cerrá, |
En Corporario, pedanía de Aldeadávila de la Ribera, regresamos a la civilización. Unas señoras tomaban los últimos rayos del sol en la solana de la iglesia; da alegría ver a gente en los pueblos.
Llegando a Masueco. |
Bonito rincón masuecano que encontramos al entrar en el pueblo. |
Al menos en Masueco el bar aguanta. Tomamos unas jarras de cerveza que nos supieron a gloria. El dueño era allende la frontera, su acento lo delataba. No nos quiso decir de dónde. Nosotros tampoco conseguimos decirle la palabra que encerraba su wordle particular. Un bonito final para un viaje espectacular.
Muchas gracias Manolo por complementar mi texto con tus preciosas imágenes,ha mejorado cantidad. Un buen recuerdo del gran día que pasamos.
ResponderEliminarGracias a vosotros. Un gran día, sin duda, y en buena compañía... ¿qué más se puede pedir?
EliminarPrecioso todo: la ruta con las cascadas, el Duero exhuberante, las fotografías y, por supuesto, el texto tan ilustrativo y explicativo
ResponderEliminarMuchas gracias.
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