miércoles, 4 de enero de 2017

Finde entre Castelo Rodrigo y Foz Côa 3-4/12/2016.

No pude pillar el lunes 5 por razones laborales, pero a última hora, como casi siempre, decidimos hacer una salidita de dos días el finde previo y nos acercamos con Paco y familia a "la Raya" con idea de revisitar Castelo Rodrigo y alrededores un día y dedicar el siguiente a conocer Foz Côa.

Un día antes reservamos las visitas al museo do Côa y a uno de los enclaves donde hay grabados, en ambos casos sin necesidad de pagar con antelación. Los precios no son caros, a razón de 12€ los adultos para visitar el museo y un núcleo de arte rupestre de los tres posibles (4 en el buen tiempo) y menos de la mitad los niños. Por si os interesa, que sepáis que con la misma entrada se puede visitar Siega Verde, el otro espacio con grabados paleolíticos situado en la provincia de Salamanca, con quién Foz Côa comparte la clasificación por la UNESCO como Patrimonio Mundial.

Y sin prisas, "comme d'habitude" salimos el sábado desde Salamanca por la autovía hasta Vilar Formoso, tomando luego la carretera que lleva a Castelo Rodrigo tras pasar Almeida. En esta ocasión no paramos allí, por haber estado nuestros compañeros de escapada hacía poco, pero dicho sea de paso que bien merecen una visita los restos de lo que fue una de las principales plazas fuertes de la frontera.

Ya cerca del mediodía nos encontramos en los restos de lo que fuera el castillo de Castelo Rodrigo, desde donde se ofrecen unas buenas vistas del entorno y hay una pequeña oficina de turismo (que cobra 1€ a los guiris por acceder a las ruinas...). El pequeño pueblo se encuentra prácticamente sin gente en esta época. El tiempo tampoco invita mucho a salir a pasear, la verdad.



Nido de golondrina dáurica


Es muy curiosa su historia, al haber sido tomado de los árabes por el Reino de León en el s. XI y convertido en plaza fuerte amurallada más tarde, cuando el río Côa marcaba la frontera con Portugal. Al otro lado del río los portugueses antepusieron otro nucleo amurallado, Pinhel, que puede verse desde aquí.


El tratado de Alcañices a finales del siglo XIII dejaría Castelo Rodrigo en manos portuguesas, y con el paso del tiempo, su estratégica situación en un altozano perdería importancia y la población decrecería casi al mismo ritmo que aumentaba la de la vecina Figueira de Castelo Rodrigo, en el valle.

Merece mucho la pena darse un paseo por el pueblo, con restos medievales de interés y una buena labor restauradora en muchos edificios. Mención aparte merece su "cisterna", aljibe donde se almacenaba (y se sigue almacenando, aunque en condiciones poco salubres) el agua, con un curioso arco apuntado de herradura que nos habla de otras épocas de frecuentes intercambios entre moros y cristianos.







Decidimos recorrer un pequeño sendero que lleva a una fuente ya cerca de Figueira que no tiene mucho interés, salvo por la fuente en sí, que recuerda a otras que conocemos al otro lado de la frontera en los arribes zamoranos y salmantinos.


Pasadas las 13,30 h. recuperamos los coches, que han quedado aparcados junto al cementerio. En su entrada pueden leerse unos versos que recuerdan la fugacidad de la vida y lo "justa" que es la muerte que traducidos vienen a decir: "Considera con atención este lugar de terror, donde acaban las vanidades de este mundo engañador". Recuerdo otra inscripción que me impactó mucho en nuestra primera visita a Évora, colocada a la entrada de un lugar bastante macabro, la Capela dos ossos (Capilla de los huesos) que rezaba algo así como: "Nos ossos aquí estamos, pelos vossos esperamos".


Antes de ir a comer nos acercamos al mirador de la Serra donde hay una estatua de Cristo Redentor que recuerda mucho, en pequeño, al de Río de Janeiro. El enclave tiene mucho interés, con pequeños chozos en cuyo interior hay representaciones de los distintos pasos del viacrucis y recuerdos marianos varios en el camino que lleva a la cima del monte. También es verdad que se encuentra bastante "afeado" por la instalación de varias antenas de grandes dimensiones. Aún asi, se trata de un "vista point" privilegiado sobre la Beira Alta y el Alto Duero. Llegamos a distinguir bien el pueblo de San Felices de los Gallegos, al otro lado de la frontera...






Al fondo, San Felices de los Gallegos, más allá del embalse de
Aguiar y de los arribes del Águeda, que casi ni se intuyen...





Cerca ya de las 14,30 h. (13,30 h. en Portugal) llegamos a Figueira de Castelo Rodrigo con idea de comer en la Taverna da Matilde, establecimiento del que he visto muy buenos comentarios en internet. No va a ser posible, pues abre a las 5 de la tarde, y lo hacemos en el restaurante Arco Iris, situado en el mismo edificio y regentado por los mismos dueños. Más tarde se nos aclarará el porqué de un horario tan raro, al tratarse de un "añadido con encanto" más tipo "pub" que ofrece menús similares para cenar en un lugar más acogedor que el restaurante de arriba, además de espectáculos de vez en cuando.

Después de una buena comida a muy buen precio en el Arco Iris, su agradable dueña nos va a enseñar la Taverna da Matilde, y también unas habitaciones muy acogedoras donde poder pernoctar, llegado el caso. Nos habla de una actuación de fadistas esa misma noche, que nos pone los dientes largos... Trocamos planes con idea de cenar en la Taverna, donde tendrá lugar el espectáculo, y poder disfrutar de él un rato... aunque al día siguiente tengamos que estar en Foz Côa pronto. Más tarde decidiremos también quedarnos a dormir y desayunar también aquí.

Antes de que anochezca nos acercamos al Convento de Sta. María de Aguiar, que en realidad fue un monasterio cisterciense inaugurado cuando el reino de León poseía estas tierras. Es una lástima que no lleguemos a ver su interior por encontrar cerrada la iglesia, pero tras decirnos en el establecimiento hotelero que hay al lado que podemos pasear por donde queramos, la rodeamos y nos acercamos a los restos de lo que debieron ser la sala capitular y el refectorio, que aún mantienen espacios abovedados y columnas de mucho interés.




Como estaba previsto, pronto empieza a llover (no parará hasta muy entrada la noche...) y decidimos volver a la Taverna donde pasamos un rato agradable tomando un cafecito entre charlas y juegos de mesa.

Apuramos la hora de la cena un poco y mientras nos encontramos hincando el diente a un sobresaliente naco à pedra el amigo Paco y yo, ya pasadas las 10,30 h. portuguesas, comienza la actuación. Delfina, la dueña del local, nos había dicho que si no queríamos quedarnos a toda la actuación, no había problema en disfrutar de algunas canciones y partir después con los niños a dormir, para poder llegar a Foz Côa pronto al día siguiente, como pensábamos hacerlo.

La cena, como la comida, exquisita (no utilicéis esta palabra para ensalzar un buen yantar en Portugal, que quiere decir "raro" en portugués...), especialmente el naco à pedra, un buen filetón de carne a la piedra para saciar a dos buenos comedores acompañado de un guiso con alubias muy rico,  por 18 €, y el vinillo recomendado por Delfina, el "frisante" Torre de Aguiar, de la zona, por 5€.

Los más viejunos nos quedamos con las ganas de disfrutar de todo el espectáculo, pero todo no se puede... Y es que por 10 euracos se ofrece la actuación de dos buenos fadistas acompañados de guitarra portuguesa y viola, como debe ser, con comienzo sobre las 22 h. y fin cuatro horas después, tras "uma boa chouriça à meia noite", según nos indicó Delfina, lo que también sonaba muy bien. Un lugar para repetir, sin duda, haciéndolo coincidir con una de estas actuaciones en directo...

El domingo tenemos que estar a las 10 h. portuguesas en el museo para iniciar la visita a las gravuras do Vale do Inferno,opción que nos han recomendado desde la dirección de reservas que, dicho sea de paso, funciona muy bien; el correo para tramitar reservas y solicitar información es:  visitas@arte-coa.pt

Así pues, quedamos sobre nuestras 9 h. para desayunar (potente "pequeno almoço" nos prepara Delfina al módico precio de 2€ por cabeza... -las torradas y la mermelada de calabaza, para enmarcar-).

Tras un recorrido de poco más de media hora llegamos al museo, situado en un paraje de amplias vistas hacia la desembocadura del Côa y los arribes del Duero. De camino, se pasa por el pueblo de Almendra, donde nos sorprende una casa-palacio de recia construcción que parece semiabandonada.


Pasamos también por zonas de gran riqueza paisajística, como los valles del Côa y de la rivera de Aguiar, y más allá los arribes del Águeda y del Duero, éste último ya flanqueado por las viñas que le acompañarán durante el resto de su viaje hasta Oporto.


Vila Nova de Foz Côa
Como llegamos algo justos de tiempo, dejamos la visita al museo para después y la guía encargada nos lleva en un Jeep "en volandas" hasta la zona del Vale do Inferno donde comenzamos una corta caminata que nos conduce al primer panel con grabados. Debe hacer mucho calor por aquí en verano, a juzgar por el nombre del lugar, aunque ahora se está muy bien. La visita, que se alargará más de una hora, sin contar los dos desplazamientos en Jeep, se nos pasa volando, y resulta muy interesante. Podemos ver representaciones de uros, ciervos, cabras, caballos, grabados con distintas técnicas según la época, en medio del atractivo paisaje que nos ofrece el último tramo del Côa. Resulta casi increíble que no se descubrieran hasta finales del s.XX los grabados...  











Pasadas las 12,15 h. portuguesas estamos de vuelta con poco tiempo para ver el museo, que cierra de 12,30 h. a 14 h., con lo que descartamos la idea de acercarnos a Vila Nova y Torre de Moncorvo, y nos quedamos a comer en el restaurante del Museo, con vistas espectaculares, para verlo con calma después. Nuestra guía nos ha recomendado la visita guiada que comienza a las 14,30 h. portuguesas, lo que nos deja un buen margen para la comida.

Pues otro buen homenaje que nos damos en este finde gastronómico-cultural (¡qué bien se come en Portugal!).



La visita al museo también será muy entretenida, incluso para los niños, y complementa muy bien todo lo visto "in situ". Nos lo tomamos con calma, y nos lleva casi hora y media. Y al volver a salir al exterior, vemos que las nubes van desapareciendo y se queda una tarde que invita al paseo...




Pero ya pasadas las 17 h. tenemos que ir pensando en volver, decidiendo retornar hasta las proximidades de Almeida y desde allí tomar una carretera secundaria que nos llevará hasta el Fuerte de la Concepción tras cruzar la frontera en Vale da Mula, por un minipuente sobre la Rivera de Turones. Lo que queda del fuerte, hoy ha sido convertido en establecimiento hotelero, aunque ha cambiado menos de los que esperaba desde hace por lo menos cuatro lustros, cuando estuve durmiendo en él durante una inolvidable cicloacampada con los Amigos de la Bici.



Otro cafecito portugués rico rico en la cafetería del hotel, ya con precios españoles, pondrá el punto y final a este fin de semana que nos ha dejado muy buen sabor de boca...

P.D. Una buena alternativa para quién guste del senderismo, es acercarse al mirador de Santo André de las Arribas desde Almofala, pueblo próximo a Figueira de Castelo Rodrigo.  Aquí os dejo un enlace con más información (el mirador, sobre las arribes del Águeda también es accesible en coche).

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