jueves, 2 de junio de 2016

5 días en Polonia (tercera y última parte: Varsovia).

Os contaba en la primera de las tres entradas dedicadas a nuestro viaje a Polonia que, al aterrizar en Modlin pudimos ver el "skyline" de la capital en el que se reconocía bien esa torre de casi 240 m. conocida como Pkin  (iniciales en polaco de su denominación actual: Palacio de las Artes y la Cultura). Pues bien, este "regalo" soviético al pueblo polaco construído en los años 50 y que muchos quisieron demoler tras la caída del Telón de Acero será nuestro primer objetivo el último día de nuestra estancia. Pero como de paso hacia allí se encuentra el Museo del Alzamiento de Varsovia, decidimos parar antes a verlo, pues es también uno de los lugares que queríamos visitar. 

Tras algún que otro problema logístico a la hora de aparcar, nos encontramos con la generosidad de un chico que estaba controlando un aparcamiento privado, que nos ofrece dejar el coche allí. Tras desayunar algo, cerca de las 10 h. entramos al museo, muy interesante aunque un poco anárquico en la distribución de sus salas, en mi opinión. Me gusta especialmente un documental en 3D que simula un vuelo sobre la Varsovia destruida por los nazis en su retirada al final de la II Guerra Mundial. Seguramente sea la ciudad que más arrasada quedó tras el conflicto, contribuyendo a ello especialmente no solo invasión en 1939 y la sublevación del Gheto en 1943, sino el Alzamiento en agosto de 1944 de la población, espoleada por la presencia de los soviéticos en la orilla oriental del Vístula..; al no intervenir éstos, los "rebeldes" capitularon en octubre, dejando más de 200.000 muertos en la lucha y provocando un especial "ensañamiento" en la retirada alemana de la ciudad.


Hay una zona que simula los pasadizos usados por la resistencia en las cloacas de la ciudad. En éste se advierte del peligro de encontrar alemanes si se levanta la tapa...



Más tarde de lo esperado, sobre las 11,30 h. salimos y muy cerca de allí entramos en una gran iglesia delante de la cual hay una estatua del Papa Wojtyla, donde nos cercionamos de la gran pasión que desata aún entre los fieles polacos.



En sus proximidades se encuentra el Palac Kultury i Nauki (Pkin), icono comunista construído en los años 50 y reconvertido en la actualidad en uno de los grandes atractivos de la ciudad. Sorprende encontrar en la zona algunos edificios modernos que rivalizan con él en altura


.


Aunque entramos en el interior del Pkin, no subimos a la azotea ni visitamos sus salas (poco tiempo y mucho que ver en la ciudad...), y descansamos un rato a mediodía en la gran plaza donde está marcado en el suelo el límite del Gueto Judío de Varsovia aislado del resto de la ciudad por los nazis tras la invasión. La sublevación que se produjo en abril de 1943 conllevó su arrasamiento y el exterminio total de sus habitantes. Resulta paradójico y alentador encontrar hoy una pintada como la de la foto junto a esos límites...



Partimos a pie hacia el casco antiguo de la ciudad, Stare Miasto en polaco, y de camino hacia la calle Krakowskie Przedmiescie, pasamos junto a algunos edificios parcos en decoración, probablemente construídos bajo el telón de acero, que están acompañados de modernas vías de comunicación, con más carriles-bici que por aquí...



Al enlazar con Krakowskie Przedmiescie, esta calle de difícil escritura (gran invento, el copiar y pegar... ;-)) pero recomendada en las guías nos conduce al casco antiguo pasando por plazas y monumentos interesantes, como el dedicado a Copérnico, esculpido en 1830 por Thorvaldsen, o la Basílica de la Santa Cruz, frente a la cual puede verse parte de un cuadro de Canaletto que permite apreciar la fiel reconstrucción del templo. Algunas curiosidades nos llaman la atención, como el encontrar bancos con botones para escuchar piezas de Chopín mientras se descansa en ellos.  





Corneja cenicienta
Conforme nos acercamos al reconstruído centro histórico proliferan los edificios nobles, como el Palacio Koniecpolski, en la actualidad sede del Consejo de Ministros. Aquí se firmó en 1970 el Pacto de Normalización entre Polonia y la extinta Alemania Federal.


Y conforme nos acercamos a la plaza del Castillo uno se queda impresionado por la impecable labor de los restauradores a partir de los años 50 del siglo pasado (la del Castillo tuvo que esperar hasta los 70 y 80).





Me quedo con las ganas de ver el vestíbulo de los Senadores o Sala de Canaletto cuenta con 22 vistas de Varsovia pintadas por el italiano que han servido para la reconstrucción del centro de la ciudad en los años 50; me tendré que conformar con lo que hemos visto al pasar junto a la Basílica de Sta. Cruz...

Y frente al Castillo destaca la columna de Segismundo III Waza, mandada erigir por su hijo en 1634. Hoy en día pasa por ser el monumento más antiguo de la ciudad.





No entramos tampoco a la Iglesia de Santa Ana, a la entrada de la plaza, y nos encaminamos hacia la Plaza del Mercado de la ciudad vieja, donde de nuevo nos sorprenden las labores de restauración, y más aún a la vista de fotografías de la zona tras la retirada nazi.













En el centro de la plaza está la estatua de una sirena en recuerdo del origen de Varsovia. Según la leyenda, una sirena se apareció a dos pescadores, Wars y su hermana Zawa, mandàndoles construir la ciudad.



Desde la plaza seguimos nuestro paseo hasta la Barbacana, donde se ha reconstruído parte de la muralla que rodeaba la urbe, continuando por la calle Larga hasta la Plaza del Mercado de la ciudad Nueva.







Como ya son las 14 h. y tenemos hambre, nos damos un pequeño homenaje en una terracita, tomándonos el regreso hacia el coche con calma, como debe ser.

Descubrimos antes de abandonar el casco antiguo algún rinconcillo más con encanto... y buenas vistas.






Y desde la plaza del Castillo trazamos una nueva ruta por la Varsovia más moderna, dándonos cuenta que lo habíamos aparcado muy cerca de la Sinagoga Nozyk, la única que quedó en Varsovia tras la guerra. 





Tras pasar por un control de seguridad, entramos a echar un vistazo el amigo Pablo y yo no sin antes prestarnos un "kipá" a cada uno antes de acceder al templo. Aunque de construcción no muy antigua (origen a finales del XIX y reconstrucción en los años 70 del XX) vale la pena la visita, acompañada de paneles explicativos de la función de cada espacio dentro de la sinagoga.




Ya son más de las 17 h. y el vuelo nos sale a las 20,20 h. con lo que, lamentando mucho no haber podido conocer sitios que prometían, como la Ciudadela, el Museo de la Historia de los judíos polacos, el próximo Palacio de Wylanów o el parque Lazienkowski, tenemos que partir raudos y veloces hacia el aeropuerto de Modlin. No hemos dedicado un día y medio a la capital de Polonia como pensábamos, pero ha merecido la pena, y mucho, esta fugaz visita... Y colorín colorado las entradas de Polonia han acabado... de momento.

Saludines y hasta otra, muchach@s.


3 comentarios:

  1. La camarera preciosa....como todo el reportaje....

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  2. Maravilloso trabajo que has realizado para que hayamos compartido tu original viaje y nos quedemos con la boca abierta.Enhorabuena!

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  3. Maravilloso trabajo que has realizado para que hayamos compartido tu original viaje y nos quedemos con la boca abierta.Enhorabuena!

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