jueves, 19 de mayo de 2016

5 días en Polonia (Primera parte: Parque Nacional de Biebrza)

Parece mentira lo que ha cundido el miniviaje que nos hemos marcado cuatro amigos entre el 29 de abril y el 4 de mayo con la sana intención de marcar nuevas muescas (versus "pajarinches") en nuestros revólveres (versus prismáticos) y, de paso, conocer algo de la lejana región polaca de Podlaskie (la he visto traducida como Podlaquia, Podlakia o Podlasia...). Este voidovato, como por allí llaman a las provincias o regiones, alberga dos  parques nacionales polacos de importancia internacional, Biebrza y Balowieza, donde hemos centrado nuestras actividades.

Muchas sorpresas y anécdotas que contar, a las que tendréis acceso en tres desiguales entregas. Y digo desiguales porque en Biebrza solo hemos estado un día, en Balowieza tres y en Varsovia poco más de medio... Podréis comprobar que la experiencia ha dado mucho de sí... y no solo por el hecho de madrugar mucho y acabar tarde, a lo que ha contribuído, y mucho, el que amaneciera sobre las 5 (a las 4 ya había mucha luz... y por allí no se estilan las persianas...).

Bueno, paso a centrarme en la primera entrega, comenzando por el viaje con Ryanair desde Barajas hasta el aeropuerto de Modlin, con salida a muy buena hora (sobre las 16,30 h) para ver cositas desde la ventanilla... los que hemos podido hacerlo...

Los campos de ambas mesetas, cada vez con más parcelas dedicadas a la soja ofrecen un panorama más colorido que el visible en primavera hace años.


Me he sorprendido a mí mismo reconociendo la bahía que forma la playa de la Concha desde arriba, lo que también me ha permitido hacer lo mismo con la zona de Fuenterrabía y Hendaya o San Juan de Luz primero y la ciudad de Burdeos (que visité hace unos meses) después. Cerca de ésta es donde nuestra ruta va a girar, dejando atrás la costa atlántica sobre las 17,30 h.

Donostia-San Sebastian
Burdeos
Casi dos horas más tarde sorprende el paso sobre la zona minera de Silesia, con numerosas centrales térmicas bajo nuestros pies, a tan solo media hora de nuestro destino, el aeropuerto de Modlin, al oeste de Varsovia. Y poco después volamos sobre un gran río con amplios meandros, algunos de los cuáles ha abandonado dejando un paisaje lagunar que permite ver por donde iba antes...



Aunque aterrizamos sobre las 8 de la tarde, coincidiendo con la puesta de sol, aún se dejan ver e incluso fotografiar (malamente, como podéis comprobar) las siluetas de los rascacielos varsovianos (se trata de una de las ciudades europeas que los tiene más altos). A la izquierda, la segunda torre con forma más puntiaguda es la del Palacio de las Artes y la Cultura, más conocido por Pkin, de casi 240 m. de altura, "regalo" soviético al pueblo polaco construído en los años 50.


Nada más tomar tierra nos dirigimos a por el coche que hemos alquilado hace unos días, ofreciéndonos la compañía por el mismo precio un opel astra en vez del ford K previsto, lo que es de agradecer. Y tras algún problemilla a la hora de encender las luces y localizar la salida del aeropuerto enfilamos a cuatro ruedas hacia  Lomza, donde un par de horas más tarde llegaremos a dormir, no sin antes obsequiarnos con las primeras cervecitas de a medio litro que se estilan por estas tierras...

Estamos ya muy cerca de Biebrza, lo que hará que sobre las 9 de la mañana, una hora después de dar cuenta de un buen desayuno y pagar en el hotel donde nos hemos alojado ya estemos haciendo las primeras fotillos. De camino a Wizna ya empezamos a ver curiosidades como la de unos córvidos urbanos que parecen cornejas como las nuestras, tratándose en realidad de grajas (la única corneja que se ve por Polonia es la cenicienta...). También veré fugazmente un faisán con sus mejores galas desde el coche. Y en las primeras paradas que hacemos junto a la carretera cerca de Wizna empezamos a disfrutar de jugosas observaciones. Primero serán los vuelos de los cisnes, y más tarde la observación de mi primer mosquitero musical. Después se dejarán ver un par de cigüeñas negras, la segunda de las cuáles se viene a posar cerca de nosotros tras sobrevolar cuatro garcetas grandes que descansan sobre un gran prado cerca del río Narew.




Mosquitero musical
Cigüeña negra y garcetas grandes
Cigüeña negra
La contemplación de espectaculares zonas marismeñas va a ser la tónica en nuestro recorrido por el mayor parque nacional de Polonia, el de Biebrza y aunque aún no hemos llegado al límite por aquí ya empiezan a dominar el paisaje.

Antes de volver al coche vemos varias agachadizas comunes en pleno vuelo de exhibición, que acompañan de curiosos chasquidos conseguidos por el roce de varias plumas contra su cuerpo... No localizaremos agachadizas reales, que por aquí las hay, pero esta observación va a convertirse en uno de los momentos cumbre del viaje, sin duda.

Agachadiza común
También se dejan ver a placer varios escribanos palustres con ese plumaje estival tan llamativo que no visten nunca en sus cuarteles invernales mucho más al sur.

Escribano palustre

De nuevo en el coche dejamos atrás Wizna, en cuyas inmediaciones la defensa del estratégico puente sobre el Narew por los polacos al comienzo de la II Guerra Mundial pasó a ser conocida como la batalla de las Termópilas polacas. Tras la voladura del puente al paso de los tanques alemanes, 720 soldados polacos impidieron desde sus búnqueres el paso de un ejército de más de 42000 soldados acompañados de 350 tanques durante tres días, causando grandes bajas a los invasores.

Ya en el parque nos acercamos primero a una torre de observación en Burzyn, excelente mirador sobre una gran extensión de las marismas del río Biebrza, donde intercambiamos impresiones con un par de aficionados a la ornitología polacos que nos dejan echar un vistazo a través de su telescopio y nos recomiendan parar antes de Brzostowo, en una zona desde donde se puede ver un nido de pigargo al otro lado del río. Pero antes de partir en su busca, se dejaran ver más "cositas", parte de las cuáles incluso se dejan hacer alguna fotillo.


Garzas reales
Bando de cisnes vulgares 
Corneja cenicienta
Ansar careto
Tarabilla norteña
Y en menos de 10 minutos el coche nos deja en la zona recomendada, no llegando a localizar el nido pero pudiendo contemplar un gran pigargo inmaduro que pasa volando frente a nosotros de norte a sur.., aparte de ánsares, grullas, cigüeña blanca, escribano palustre, limícolas varios, curruca zarcerilla (otra muesca...)... Y todo ello en medio de un entorno de gran belleza que nos deja acercarnos  a la corriente del Biebrza.

Pigargo
Cigüeña blanca
Grulla común


Escribano palustre
Ya en Brzostowo pasado el mediodía, una nueva plataforma facilita la localización de nuevas especies. Aquí vemos varios bandos de combatientes, zarapitos, una aguja colipinta.., y algunas construcciones de madera y embarcaciones muy llamativas. Parece ser que en verano las vacas abandonan el pueblo por la mañana para cruzar el río y aprovechar los pastos del otro lado, regresando por la tarde sin ayuda alguna; por ello se las conoce como "las vacas felices de Brzostowo".

Combatientes
Charrán común y aguja colipinta



Cerca de allí nos acercamos a la llanura encharcada desde una pista hasta que ya no podemos seguir, encontrando los restos de un huevo del que ha dado buena cuenta algún predador. Y también nos recreamos observando y fotografiando a  una lavandera boyera, que si llega a ser cetrina, que por aquí las hay, nos habría dejado babeando un rato...


Lavandera boyera
Nuestro próximo destino será Bialy Grad, una meseta rodeada de marismas que sigue una pista hasta llegar a una nueva torre de observación desde donde se escucha el canto de la rara buscarla fluvial, que no se dejará ver. Por aquí nos caerán algunas gotas, y tendremos que descalzarnos para pasar un tramo de pista inundado antes de llegar al observatorio.


Pero todo vale la pena, ya que nos encontramos en uno de los mejores lugares para contemplar las luchas primaverales y las exhibiciones nupciales de los combatientes machos (son pájaros que se llaman así, aclaración para los no pajareros que se pueden liar con lo de Wizna... ;-)). Una pasada la variedad de colorido de los plumajes de gala de estos pájaros, que son el símbolo del Parque Nacional, dicho sea de paso. Estamos tan alucinados que, cuando ya son cerca de las 2 de la tarde a ninguno se nos ocurre dejar por un rato los "vista points" que nos ofrece Biebrza para parar a comer...


Combatientes





El atípico comportamiento "natatorio" de un combatiente nos lleva a pensar que se trata de un faralopo...


Desde la torre de observación, que mira hacia el Este, se nota que es esta una de las zonas del Parque donde la marisma se ensancha más...






Hora y media más tarde enfilamos hacia el pueblo de Osowiec-Twierdza, donde se encuentra el centro de interpretación del Parque, pero antes nos toca parar el coche de nuevo a un lado de la carretera al localizar un gran bando de combatientes en un prado cercano cuya contemplación se convierte en una de las imágenes del día.



Llegamos al pueblo sobre las  16 h. y nos acercamos al centro de visitantes del parque, bastante austero, donde conseguimos unos panfletos y hacemos alguna compra. Luego nos acercaremos a los restos de algunos búnkeres que los ejércitos rusos mantuvieron por aquí entre 1882 y 1915, para la defensa del estratégico cuello de botella que por aquí forma el valle del Biebrza.




La defensa de la zona por las tropas zaristas en 1915 se convirtió en una pesadilla para los alemanes, que esperaban superar la resistencia en un solo día y proseguir su avance hacia el Este. Se pidió a los escasos defensores que resistieran al menos 48 horas para facilitar la retirada, e hicieron falta más de 6 meses y un ataque químico para acabar con los escasos defensores que quedaban. Incluso ha quedado para la historia y la leyenda el llamado "ataque de los muertos vivientes" acaecido durante el décimo intento de asalto al fuerte de Osowiec. Medio muertos por las enfermedades y el ataque con gas venenoso, varias docenas de soldados rusos salieron de sus trincheras y pusieron en fuga a tres regimientos de infantería germánica en agosto de 1915. Otras fuentes hablan de que en realidad los germanos se retiraron al haberse ordenado demasiado pronto la ofensiva tras el ataque con gas y sufrir pérdidas en sus propias filas que provocaron el pánico...

Con un espíritu nada bélico pasamos nosotros al otro lado del Biebrza y volvemos hacia el Sur dejando sin explorar una gran superficie del parque que llega casi a la ciudad de Augustow . Primero haremos una salida de la carretera con el coche siguiendo una pista en un vano intento de cruzarnos con algún alce o, en su defecto con alguna otra jugosa observación. Y son ya las 17,30 h. cuando dejamos el coche en lo que creemos que es Barwik, cerca del poblado de Dobarz, con idea de hacer un corto trekking circular.


Encontraremos huellas frescas y excrementos de alce, y también de lobo, y charlaremos con unos polacos que dicen haber visto al alce por la mañana temprano muy cerca de allí. Al acabar la marcha de hora y media comprobaremos que no hemos hecho la ruta que esperábamos, aunque ha estado muy bien.

Huella de álce
Muchas casas tradicionales de madera presentan una ornamentación
en las vigas sobre el hastial que recuerda a las casas vikingas.
Muérdago

Y como ya es tarde, tras parar fugazmente en Batalionowa Laka y subir a su torre de observación, con las últimas luces del día partimos hacia Dluga Luka, el mayor complejo pantanoso en la zona sur de Biebrza.

Pero antes de llegar vemos un autobús parado y mucha gente concentrada junto a la carretera... Y es que un alce se encuentra descansando y rumiando en las proximidades...

Álce

Ya en Dluga Luka, un camino sobre tablas de madera de 400 m. conduce a un punto de observación donde encontramos a mucha gente escuchando y observando carricerines cejudos. Nosotros lo primero si, pero lo segundooo... Nos conformamos con disfrutar de un atardecer... distinto.




Una hora y pico más tarde llegamos a Bialystok donde, por fin, damos cuenta de un merecido avituallamiento, repitiendo pizzería alguno de nosotros que ya tuvo la suerte de venir por aquí hace dos años y medio. Otros probamos por primera vez la mítica cerveza de la zona (de marca Zubr, es decir Bisonte). Muy rica, por cierto.


Cuando ya son cerca de las 11 de la noche y aún debemos ir hasta Bialowieza no queda tiempo para una visita a la ciudad... Para otra vez...

Bialystok
La llegada a la casa donde teníamos concertado el alojamiento nos reservará una mala sorpresa, al no responder nadie a nuestras insistentes llamadas... Aquí se produce la mejor anécdota del viaje tras despertar a una de las clientes y negarse ésta a hacer lo mismo con la propietaria. En plena calle hablamos en inglés de nuestra situación con un grupo de gente que regresa a casa después de una celebración "bien regada". Encontrar otro sitio va a ser difícil al coincidir con un gran puente en Polonia que hace que no queden plazas para pernoctar en Bialowieza. Tras varias llamadas telefónicas infructuosas nos ofrecen pasar la noche en una habitación de una de las casas donde se alojan y para allá que vamos. Una botellita de vodka nos vendrá muy bien para que nuestro "inglés" fluya sin complejos mientras nos ponen sábanas limpias. Entre unas cosas y otras no nos acostaremos hasta pasadas las 3 de la mañana... Y al día siguiente a las 9 h. han quedado todos los amigos polacos y más gente en esa misma casa para un desayuno "familiar"... Desde luego, hemos tenido mucha suerte de encontrarnos con tanta hospitalidad y más aún con lo que tenían previsto al día siguiente nuestros anfitriones...

En el próximo capítulo veréis lo que aconteció los siguientes días...






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