lunes, 27 de julio de 2015

Altea 3-11/07/2015.

Hemos pasado unos días con otras tres familias salmantinas junto al Mediterráneo en plan más bien playero, y nos hemos quedado en unos apartamentos en L'Albir, a un par de kilómetros de Altea, zona esta sorprendentemente tranquila a pesar de estar a pocos kilómetros de Benidorm.


Me ha sorprendido gratamente, no solo por el encanto del casco histórico de Altea, atalaya de primer orden sobre la costa entre Benidorm y Calpe, sino por el descubrimiento de alguno de esos lugares especiales por los que las guías pasan de puntillas pero que te enganchan enseguida cuando los conoces.

Quizá el motivo principal para elegir estas fechas y este lugar era que podíamos disfrutar de un velero cuyo patrón estaba dispuesto a sacrificarse por nosotros e iniciarnos en una afición desconocida para casi todos. Aunque eramos muchos para un barco no muy grande y en los días sucesivos deberíamos repartirnos, el ansia del primer día y la luna llena hicieron que al atardecer del viernes todos quisiéramos subir a él para dar un pequeño paseo... bueno, todos menos el pequeño David, con el que me quedé en tierra aprovechando para hacer alguna fotillo...




El sábado parte de los expedicionarios se fueron en barco, y el resto nos desplazamos a la playa de la Fossa, en Calpe, con una arena fina de la que carecen las playas y calas de Altea. Curioso el desfiladero del Mascarat, que atraviesa la carretera de la costa que une Altea con Calpe, y me recuerda al de Pancorbo, allá por mi tierra. Y buenas vistas desde la playa hacia el Peñón de Ifach, antigua isla junto a la que se fue formando el tómbolo sobre el que se asentó Calpe.


Después de cenar en los apartamentos nos fuimos las cuatro familias al casco histórico de Altea, y dimos un buen paseo por sus blancas calles, repletas de establecimientos hosteleros pero que mantienen un gran encanto.








El domingo por la mañana decidimos acercarnos todos juntos al cercano parque natural de Sierra Gelada para disfrutar de una pequeña ruta peatonal que conduce al faro de l'Albir, sito en la punta Bombarda, cabo que cierra la bahía de Altea por el sur. Conforme el camino va ascendiendo las vistas de la bahía se hacen más espectaculares, y aparecen nuevos atractivos, como las minas de granate, la proliferación de fósiles en algunas zonas o la observación de vencejos pálidos chillando en las proximidades.



Mina de granate

Vencejo pálido
Curruca rabilarga juvenil
Ya en el faro, aunque la atmósfera no estaba tan despejada como nos hubiera gustado (en días claros parece ser que se puede ver incluso Formentera), llaman la atención los cortados hacia el sur y las vistas hacia la bahía, con el peñón de Ifach y Calpe destacando en lontananza (con unas piscifactorías a medio camino vistos desde aquí).






Collalba negra
Después de comer nos desplazamos a la playa de l'Ampolla, en Moraira, con una antigua torre de vigilancia junto a ella y unas curiosas esculturas "muy pajareras" en sus proximidades.





Por aquí vemos caer la tarde y decidimos pasar de nuevo por el velero para hacer otra corta salida nocturna en busca de la luna que, al final, no se dejó ver el primer día por la hora.

Después nos acercaríamos a una horchetería dando un  paseo desde el puerto, junto a la playa de cantos de la Roda, paseo nocturno que repetiriamos más días en busca del mismo objetivo. Antes de llegar a la horchetería nos vemos sorprendidos por un cantante noruego llamado Markus que con pocos recursos consigue una música que suena muy bien. También nos sorprende que apenas nos cruzamos con gente paseando, lo que redunda en una demasiado reducida clientela para tan buen intérprete...

El lunes 6 es el día que nos toca a nosotros compartir velero con otras dos familias. Estaremos casi diez horas en el barco, eso sí, con paradas y bañitos varios, e incluso algún "complicado" repostaje imprevisto...








Durante la excursión del sábado los vaivenes del barco ya empezaron a causar "víctimas" entre los novatos, y este día seré yo, en principio, el más afectado, no sé si por el mareo o por la insolación, al haberme estado casi todo el día al sol, sin buscar las escasas sombras que proporcionaba el barco.

Con gran pesar por mi parte pero dado mi estado, decido quedarme en el apartamento con los más menudos de los nuestros mientras el resto se van de cenita al restaurante Oustau de Altea. Al día siguiente me entero que a otro miembro de la tripulación le ha pasado factura el mareo en plena cena.., de ahí lo de "en principio" del párrafo anterior.

El día 7 vamos a la otra gran playa de Calpe, la del Arenal, y lo hacemos en su zona más norteña, junto a un pequeño espigón cuyas rocas dan mucho juego para ver peces con el tubo y las gafas y para las pequeñas capturas con "suelta" al dejar la playa que hacen los peques.

El peñón de Ifach presenta desde aquí su silueta más conocida.



Al dejar la playa por la tarde, nos acercamos al saladar de Calpe, que nos deja jugosas observaciones y una pluma rosa de flamenco que el pequeño David guardará como oro en paño. Desde muy cerca podremos observar flamencos, cigüeñuelas, una familia de tarros blancos y gaviotas patiamarillas y reidoras.

Flamenco y gaviotas reidoras
Tarros blancos y gaviota reidora
Me llama la atención una solitaria gaviota de Audouin anillada probablemente en la desembocadura del Ebro, según me cuenta el amigo Juanjo.

Gaviota de Audouin
No deja de ser curioso encontrar estas salinas en medio de Calpe, muy turístico en esta época, sin apenas gente disfrutando de la contemplación de la riqueza faunística que atesoran.

Desde aquí nos dirigimos al casco de Altea en busca de las luces que trae la caída de la tarde. Y si de noche la visita resulta espectacular, el paseo vespertino le va a la zaga, con el aliciente añadido de poder contemplar el mar y la bahía desde casi 100 metros de altura.

Las cúpulas azules de la iglesia de la Consolación, en la "cumbre" del pueblo, resultan muy fotogénicas a estas horas.


El contraste entre la Sierra Gelada con su punta Bombarda y los rascacielos de Benidorm en sus proximidades se hace patente desde los miradores.


Las tres sillas de color lila que "afoté" por la  noche ahora no son un mero ornamento en medio de una de las blancas calles alteanas.


Un auténtico placer pasear por el pueblo antiguo con el mar a tus pies.






El día siguiente, camino de la playa del Arenal, en Calpe, paramos un momento en un mirador sobre el puerto deportivo de Campomanes.


Por la tarde, y después de una siesta "gorda", salimos unos cuantos de nuevo en el velero, disfrutando mucho más en esta ocasión el que escribe del paseo, a pesar de estar el mar algo más agitadillo. Además, logré ver una pardela balear a a lo lejos (no pude hacer una foto decentilla, pero aquí os la dejo...).

Pardela balear

El jueves por la mañana, tras decidir quedarnos un par de días más en el mismo apartamento nos despedimos de una de las familias que nos acompañaban y decidimos pasar el día en Gandía-Playa. La bandera amarilla, el viento y las medusas harán que la mañana playera no sea de las mejores.

 El paseo por la tarde acercándonos al puerto y su espigón ya será otra cosa. Muchas gaviotas y charranes y buenas vistas hacia el mar y la costa.








A este charrán patinegro le pillé en plena pirueta mirando hacia arriba.


Tampoco estuvo nada mal la despedida de Gandía, cenando unos pinchos en pleno puerto con el cielo por techo...;-)

Y el sábado volvíamos de nuevo a la playa del Arenal. Nos fuimos todos creyendo que la que se había convertido en nuestra playa favorita se llamaba "de los baños de la Reina", pero al documentarme un poco para preparar esta entrada he comprobado que dejábamos el coche donde aparecía esa indicación, pero "los baños" en realidad es una zona arqueológica situada muy cerca de donde pinchamos las sombrillas, con restos de una villa romana y de una curiosa estructura en el mar que recuerda a una piscifactoría... Una pena no habernos acercado allí... Pero bueno, siempre conviene dejar cosas sin ver para la vuelta, donde también espero que subamos al peñón de Ifach, cuyo sendero de acceso estaba cerrado desde hacía un par de semanas...

Por la tarde, una muy buena coyuntura que tenemos que agradecer a Raquel hace que mientras nuestros hijos disfrutan jugando y bañándose, sus padres se vayan a ver algunas calitas al norte de Calpe, quedandose a cenar en el "beach-bar" Mandala, en Cala Fustera con jazz en directo y una muy rica cenita viendo caer la noche sobre el mar. Muy recomendable el sitio, sin duda. Hay, además, un corto sendero que une el lugar con cala Pinets por un lado y con un centro de interpretación por el otro. No son necesarios más de 10 o 15 minutos para recorrerlo íntegramente, y sus paneles explicativos dan mucho juego.

Para rematar la jornada nos acercamos de nuevo junto a la familia Prieto a despedirnos de nuestra horchetería de la parte baja de Altea, visitando también un pequeño mercado de productos locales.


El día siguiente toca volver a tierras salmantinas,  no sin antes enseñar la cala Fustera a los peques y pasar allí la mañana. El mar, más movidito que días atrás, hará que no disfrutemos tanto como nos hubiera gustado de la contemplación de sus praderas de Posidonia y sus fondos rocosos repletos de peces, pero lo pasaremos muy bien, sobre todo según avance el día y vaya calmandose.



El regreso se hará algo pesado al final para los conductores, pero a cambio habremos tenido un día más de playa y pasaremos Madrid sin atascos. No hay mal que por bien no venga...






1 comentario:

  1. Precioso reportaje....Me resulta raro no verme en ninguna foto...otra vez será. Hay más días que longanizas....

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