miércoles, 17 de diciembre de 2014

Villuercas y Guadalupe. 6-8/12/2014.

El pasado puente de principios de diciembre nos desplazamos a tierras extremeñas; en principio teníamos idea de parar por Monfragüe, pero decidimos dedicar la mañana del sábado a visitar Trujillo, con lo que fuimos directos allí. Ya conocíamos la ciudad, pero merece la pena darse un garbeo por allí de vez en cuando. Me gusta especialmente su plaza mayor, con esos palacios de ventanas esquineras profusamente decoradas, o esa distribución algo anárquica de sus edificios y soportales, que a la vez le da un encanto especial. El paseo por el casco antiguo resultó muy ameno a lo que contribuyó el día soleado y el descubrimiento de rincones que no conocíamos, como la plaza donde está la alberca. Las vistas desde el castillo fueron espectaculares, con un aire muy limpio, sobre todo hacia  las montañas nevadas del Sistema Central, que parecen mucho más altas que desde la Meseta Norte.













Por la tarde nos aercamos al llamado Parque Periurbano de Moheda Alta, enclave privilegiado para la observación de grullas en esta época, y ya antes de llegar al Centro de Interpretación nos sorprendió la gran cantidad que vimos posadas y volando muy cerca de la carretera. Este parque, sito entre las dos provincias extremeñas, muy cerca del embalse de Orellana suele concentrar más de 60.000 en invierno. No solo nos sorprendieron las aves, sino la niebla, que hizo bajar las temperaturas durante nuestro paseo a pie hacia los observatorios próximos. La verdad es que desde ellos vimos las grullas demasiado lejos para nuestro gusto, y no tuvimos suerte con otras especies presentes en la zona como el bengalí rojo, los picos de coral o el elanio, pero valió la pena el paseo entre encinas a pesar del coche bakaladero con la música a todo trapo ¿? o los barros camineros...



Nos fuimos a dormir al albergue de Cañamero, algo justito en lo que a medios se refiere, pero más que suficiente para lo que buscábamos. Al día siguiente nos acercamos al Centro de Interpretación del Geoparque Villuercas-Ibores-Jara donde nos informaron sobre la ruta que teníamos pensada y otras posibilidades. Partimos de Cañamero con idea de repetir una ruta que hicimos hace 10 años hasta Guadalupe. Un autobús regular nos permitiría regresar por la tarde-noche al lugar de partida.

Nos sorprendió "ingratamente" que no pudimos acceder al "Abuelo", castaño de grandes dimensiones más o menos a mitad de recorrido del que teníamos un buen recuerdo, al encontrarnos la zona vallada... Pero la marcha cuenta con otros alicientes, alguno incluso que nos pasó desapercibido la otra vez que estuvimos aquí, como la cueva chiquita de Cañamero, con sus pinturas rupestres. Como curiosidad, os diré que encontramos un escorpión debajo de una piedra en la zona donde paramos a comer.





Ya de bajada, el Monasterio de Guadalupe sorprende al ser visto por primera vez, con su soberbia construcción de gran tamaño en medio de un pueblo blanco desparramado por la ladera. Pasa la marcha también junto a una de las capillas donde paraban los peregrinos para rezar y contemplar el monasterio por primera vez, y en esta zona los castañares aún nos ofrecieron sus colores otoñales.Ya en la puebla entramos en la iglesia del monasterio y nos sorprendió una procesión.










El último día del puente Arturo y familia tuvieron que volver antes de lo pensado por culpa de los fríos y sus consecuencias, y el resto decidimos dedicar la mañana a conocer algo más del geoparque. Estuvimos por la mañana en Berzocana, desde donde caminamos hasta las cuevas de las Sábanas, de los Morales y de los Cabritos. En la primera de ellas los niños lo pasaron muy bien, al contar con dos accesos y recorrerla varias veces. Las tres cuevas son muy interesantes,  con pinturas prehistóricas y accesos pintorescos. De bajada volvimos a ver un tritón jaspeado que nos llamó la atención al subir, en una piscina a la que no teníamos acceso, donde ya no se movía como cuando lo vimos antes, seguramente por haber  pasado a mejor vida al no poder salir de la trampa donde había caído...




Después de tomarnos (algunos) unas cervecitas con sus correspondientes pinchos en la plaza del pueblo nos dirigimos con los coches a Cabañas del Castillo, pequeño pueblo con un emplazamiento privilegiado. Decidimos subir a comer a donde se encuentran los restos de la fortaleza, con vistas espectaculares hacia las Villuercas y las sierras de Gredos y el Barco, y con un río Almonte próximo a su nacimiento y la dehesa extremeña a nuestros pies. Comimos junto a lo que queda de la torre del Homenaje, junto a un cartel que avisa para "que no se tiren piedras al pueblo", situado bajo el cortado sobre el que ésta se encuentra.





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