jueves, 20 de marzo de 2014

Vilvestre-la Barca-Vilvestre.

El domingo pasado estuvimos en Vilvestre haciendo una ruta que, por la belleza de su recorrido, ya se ha convertido en un clásico primaveral. Iniciamos el recorrido entre almendros en flor. En esta ocasión nos hemos juntado un nutrido grupo de amigos, 27 entre niños y adultos, o 28 si contamos a esa perrita llamada Lira, que hace las delicias de los niños y muestra una paciencia envidiable con ellos. Frente a nosotros se deja ver el pueblo portugúes de Freixo de Espada a Cinta, tan cerca y tan lejos a la vez.


Pronto tengo la suerte de disfrutar de un par de "jugosas observaciones", primero un bello ejemplar juvenil de águila real y luego un pico picapinos sobre un arbusto seco de poco más de un metro y medio de altura.


Tras dejar la pista que nos aleja del pueblo atravesamos el arroyo de la Nava junto al molino harinero de la Luisa, restaurado recientemente y que alguna vez hemos visto funcionar.



A lo lejos, siguiendo el vallejo del arroyo, ya se deja ver el tajo que el Duero crea en los Arribes.


Y después de enlazar con lo que en los mapas del I.G.N. llaman el camino de las Conejeras entramos en la zona, para mi gusto, más espectacular. Se trata de un valle que forma un corto arroyo colgado sobre el Duero, con unos curiosos picachos entre él y el arribe del Duero, aquí llamados picones, con un bonito enebral cubriéndolos y alternando con zonas de pradería que, en esta época del año, recuerdan mucho a Asturias, como bien me comentó el amigo Arturo la primera vez que estuve por aquí.  Al fondo se ve el pueblo portugués de Mazouco.

 

No faltan algunas construcciones ganaderas como los corrales de la Nava o las casas del Monte y del Picón, que acentúan aún más ese toque norteño. También quedan vestigios del alcornocal que seguramente cubrió la zona antes de su humanización.

 

Nos separamos del camino que sigue hacia el Duero, enlazando con un sendero que sigue a media ladera, ya con el Duero a nuestros pies, y entre retamas blancas en plena floración nos acerca a un alto donde paramos a comer... y echar la siesta algunos...


Después del descanso bordeamos el cerro de Montegudín y llegamos a la Barca tras pasar un puente sobre el mismo arroyo que atravesamos a la altura del molino de la Luisa. En esta zona el clima es especialmente benigno y permite el cultivo de naranjos y limoneros por algunas familias, además del omnipresente olivo que es el señor de las terrazas.


En la Barca el valle del Duero se abre mucho, cerca ya de recibir las aguas del Águeda y entrar de lleno en Portugal.


Tras un nuevo descanso tomamos la carretera camino del cruce que nos llevará por un bonito camino tradicional de regreso a Vilvestre, entre terrazas oliveros, chiviteras y chozos rústicos, algunos muy bien restaurados, y fuentes con pilones donde es fácil encontrar tritones.

 

En esta ocasión cogimos un tritón ibérico para ver ese color naranja que tienen por debajo,tan característico en época de celo, y hacerle unas fotillos. Luego lo volvimos a dejar en su hábitat, por supuesto...
   



Una excursión muy recomendable; de las más bonitas de Arribes, para mi gusto. Salu2 a tod@s.


  

1 comentario:

  1. Preciosa ruta y maravillosas fotos los niños lo debieron pasar fenomenal.
    Me gustaria relizarla.

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